agosto 25, 2016

Yaraví y Zamacueca en los albores del nacionalismo musical peruano


Los géneros musicales emblemáticos de las naciones latinoamericanas se han forjado  en  promedio, entre fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, y han ido consolidándose desde entonces al presente. Sin embargo, hay casos en que esta evolución se puede rastrear desde el siglo XVIII, como el yaraví, o desde fines del XVIII a inicios del XIX, como la zamacueca.

En el Perú actual es notorio el protagonismo de los géneros musicales andinos, empezando por el huayno,  pero este protagonismo es posterior.   La riqueza de la música andina peruana comienza a conmensurarse y a valuarse  cualitativamente con las tesis de José Castro (1898) y Leandro Alviña (1908), y con los vastos proyectos recopilatorios de Daniel Alomía Robles  (c.1897-1919) y los esposos D'Harcourt (1920's).  Este proceso avanza en lo performativo (popularizante), con el Concurso de Música y Bailes Nacionales organizado por la Municipalidad del Rímac  desde 1927.  El objetivo de este concurso capitalino fue revivir  las fiestas  populares  que se hacían antes de la Guerra de 1879-83 en las pampas de Amancaes, pero con una visión más integradora que sólo criolla (lo musical amazónico aún no soñaba con ser incorporado a este corpus discursivo).  Desde entonces y de diferentes maneras, la música popular andina fue abriendo y consolidando sus espacios protagónicos en el imaginario popular urbano y nacional.

Antes de lo andino sin embargo, hubo otros protagonismos en el nacionalismo musical peruano.  Durante el siglo XIX los artistas, y en especial los escritores,  observaron los aspectos más saltantes de las costumbres del país, a fin de incorporarlos en el imaginario y el discurso letrado.  Estas costumbres abarcaban un vasto abanico que iba desde los trajes a las comidas, las leyendas, las creencias, los hábitos, los localismos lingüísticos, los decires... y en particular, la música y el baile.  La tendencia a escribir sobre estas cosas del pueblo se llamó costumbrismo, muy vinculado a lo que se tenía y aún  se tiene hoy por folklore.

Numerosos escritores nacionales y extranjeros se ocuparon de esto desde las ciencias histórico-sociales, pero también desde la literatura. En el Perú el análisis del costumbrismo literario  para hacer musicología histórica está aún en un desarrollo incipiente; son muchas las fuentes literarias que no  solo no han sido analizadas, sino siquiera descubiertas.  Las razones para considerar una fuente literaria como confiable es simple: el cuentista, el novelista, el poeta... miran la realidad con ojos del alma y la plasman en su más íntima, asertiva,  subjetividad (esto lo logra  José María Arguedas  en el siglo XX, al reivindicar la música andina -indígena  y mestiza-  desde una literatura testimonial).



Álbum sudamericano, Colección de bailes y cantos populares corregidos y arreglados para piano  Milano : Stabilimento di Edoardo Sonzogno, 1870

La idea sumaria de que el yaraví, y poco tiempo después la zamacueca, fueron  los géneros primigenios del nacionalismo musical peruano se corrobora en la novela de Fernando Casós Los amigos de Elena, obra entre romántica y naturalista, que inserta algunos pasajes de costumbrismo a la hora de describir  música, bailes y comidas típicas. La historia  transcurre en los años 1848-49 entre las ciudades de Trujillo y Lima, durante el gobierno de Castilla, cuando se inician reformas liberales para consolidar el modelo republicano.  En la obra se resaltan los dos géneros musicales populares  que ingresaban con fuerza a los salones e incluso al mismo Palacio Presidencial como signo de afirmación nacionalista y modernista: el yaraví (de origen andino) y la zamacueca (de origen costeño).

La denominación del yaraví es menos problemática que la de la zamacueca, siendo que con frecuencia se le  fue llamando también triste, arraigando como tal en la sierra y costa norteñas.  El autor parece llamar polka del país, sanguaraña, mozamala o zamacueca a un mismo tipo de baile de cortejo, caracterizado por el uso del pañuelo, manifiestamente erótico y festivo, acompañado con arpa, caja y guitarra.  Esta afinidad -o confusión- denominativa perduró al menos hasta fines del XIX, cuando ya era una danza identitaria extendida a nivel nacional.  En  La villa imperial de Potosí / Su historia anecdótica - sus tradiciones y leyendas fantásticas / Su grandeza y su opulencia fabulosas (Buenos Aires, 1905, pp. 246-247) el escritor boliviano Julio Lucas Jaimes(*), al evocar su  estancia en la ciudad de Moquegua, menciona la práctica de esta danza en el estrato señorial, acompañada de piano o instrumentos de cuerda como la vihuela y el bandolín, dando por sinónimos los términos Zamacueca y Sanguaraña:
  • ...La ciudad de Moquegua, cabeza del valle amenísimo enclavado entre colinas de la zona tórrida, es una ciudad andaluza por su aspecto general, por las costumbres de sus habitantes, por la gracia y seducción de sus hijas, por sus patios llenos de plantas olorosas, por sus ventanas cubiertas de enredaderas y adornadas con rojos claveles y apretadas clavelinas de formas y matices diversos.  Chapada a la antigua española es allí la gente hospitalaria y servicial.  Siempre hay un cubierto en la mesa para el forastero, siempre un vaso de vino para el viandante.  Las fiestas domésticas son amenas, sus bailes alegrísimos, sus comidas apetitosas, sus vinos y licores exquisitos, sus paseos llenos de seducción y aventuras, porque las moqueguanas son amables, buenas y discretas, y casi todas cantan y tocan piano, bandolín ó vihuela, y ninguna desdeña lucir sus lindas curvas y diminutos pies, derramando la sal y la gracia de su  persona al bailar una zamacueca ó sanguaraña, ardorosamente acompasada por las palmadas de los espectadores y el tamborileo de algún entusiasta sobre la caja de la guitarra ó la tapa del piano... [La villa imperial... p. 246 - énfasis agregado]
Deben haber existido matices estilísticos que aún están muy difusos por la escasez de fuentes identificadas; se trata por ello de un tema de aún incipiente investigación.  Al escuchar  las zamacuecas de Rebagliati, podemos notar diferencias  respecto a los bellísimos cantos de jarana limeños (de carácter ritual y repentista, no siempre de lírica festiva, antecedente a la fase de la danza misma, es decir, la marinera), por eso cabe preguntar si estamos ante una evolución lineal o varias evoluciones paralelas que se intersectaron periódica o intermitentemente hasta canalizarse, merced a su práctica espontánea,  en lo que hoy se entiende por marinera (con su vasto y complejo corpus de estilos regionales).  Notemos mientras tanto, el significado de la frase Otro cachete.

El punto de inflexión para la incorporación al ámbito letrado de los géneros populares, se ha dado principalmente a la hora de su notación musicográfica para ejecución con piano (a nivel de salón) y con orquesta (a nivel escénico, principalmente comedia y ópera). Esta notación implicaba mayormente, un arreglo estilizado para el gusto de la gente decente, por ello, parte de la tarea del musicólogo investigador será tratar de identificar lo más aproximativamente posible, no sólo las melodías populares originales que inspiraron estas partituras, sino los actores y los escenarios  (es decir, las prácticas sociales) de donde fueron tomadas.

Colección de jaravies [sic.] : para canto y piano, de Pedro Ximénes Abrill y Tirado, Maestro Mayor de Arequipa [compuestos antes de 1854, publicados c. 1890]


Notemos en la obra de Casós, que en el caso de las señoritas de Barranco,  las zamacuecas ya se arreglaban para piano.   El tipo de yaravíes que canta Doloritas, de tipo señorial melgariano (cf. con el yaraví  Si hay tras de la muerte amor,  que tiene notoria influencia del soneto quevediano Amor constante, más allá de la muerte), acompañados de vihuela, también ya se arreglaban  para piano (piano solo o piano y voz) por esos años.

La idea somera de que el yaraví y la zamacueca fueron los géneros populares más tempranamente  incorporados al discurso letrado y al imaginario nacionalista de la joven república, se ratifica en su progresiva notación a lo largo del siglo XIX, siendo dignos de relievarse los casos de la Colección de jaravies [sic.] : para canto y piano de Pedro Ximénes Abrill y Tirado, Maestro Mayor de Arequipa (con 24 yaravíes), y el Álbum Sudamericano de Claudio Rebagliati (con 13 zamacuecas y 5 yaravíes).


Citemos in extenso a Casós (las negritas son mías):

1. Festejo de la boda del antagonista principal (Peñaranda) en casa de  su suegro, el general Longory (pp. 39-46, Libro 2):
  • ...por ahora lo que conviene es animar la tertulia
    El cura se apresuró entonces a disimular su disgusto, con cuyo objeto se acercó a los concurrentes y les dijo que todos estaban tristes, que no parecía día de bodas; pidió una mesa de rocambor y arregló un cuarto; enseguida llamó a un criado -"copitas, hombre, copitas y una botella de pisco, le dijo"- Se fue luego donde las niñas, que estaban en una cuadrita contigua, les hizo ver que la tarde carecía de animación, que estaban muy frías, y tomando a una, tiró el manteo y la llevó a la sala, le trajo una vihuela y le pidió un yaraví; vino después con las otras y las colocó en círculo.  -Es preciso que yo case a mis parejas, agregó, y fue poniendo [a] cada muchacha al lado de un caballero, y cuando creyó terminado el cuadro:
    - Vamos, dijo a una nombrada Doloritas, hay que hacer algo mi vida, cántenos usted un yaraví.
    - Con mucho gusto señor cura, contestó esta.
    Doloritas, hija del padre Pila, no se hizo derogar, se arregló el vestido, tomó la vihuela y en la posición más académica comenzó en estos términos:
    "Cuando el sepulcro frío
    esté después que no viva
    con fuerza la más activa
    revivirá el amor mío:
    allí amaré tu desvío,
    allí amaré tu rigor,
    allí con mayor ardor,
    siendo ya cadáver yerto,
    te amaré después de muerto
    si hay tras de la muerte amor..."

    - Bravo, bravísimo, exclamaron todos los que rodeaban a Doloritas.
    - ¡Qué bueno está esto...! gritó Pepe Rivas desde la mesa de rocambor.
    - Arrastro de mala, Pepe, le dijo el doctor Vallos
    - Me voy de la china, replicó su compañero
    - ¡Otro! ¡otro!, continuó Rivas.
    Doloritas continuó así:
    "Cuando todos los amores del mundo hayan acabado
    y cuando no haya quedado
    sombra de los amadores,
    revivirán los ardores
    de este ente, cadáver yerto,
    que aunque esté en la nada envuelto,
    si por suerte oye nombrarte
    se levantará a buscarte
    aunque esté en polvo disuelto"

    - ¡Soberbio! ¡magnífico! exclamó el general Nerocis
    -  ¿Pero que no hay una copita mi cura? dijo un jugador
    - Abarróteme ese rey, compañero, dijo Artirana
    - Mi amigo, este rocambor no es parlado, replicó el doctor Vallos.
    - ¡Que se atienda a esta mesa, mi general!, replicó el Presidente Lavida.
    El criado puso sobre la mesa del rocambor una botella y unas copas acompañadas de las excusas del general, el que, dirigiéndose al Ministro de Guerra le dijo:
    -Ya se va usted alegrando, mi General.
    - Por supuesto, yo soy criollo
    - ¡Cómo! repuso el canónigo, que aquí no hay nada que se pegue al espinazo.
    Requiescat in pace, compañero, contestó el padre Pila.
    - No, señores, se excusó Peñaranda, sino hemos ido a la mesa ha sido por esperar a su Excelencia, pero si ustedes gustan...
    - A la obra, exclamó el Vocal, es preciso manducar algo.
    - Ciertamente, que oportuna sería una cazuelita, agregó el ministro de Chile
    -Une omelette, côtelettes á la grille, quelque chose, indicó monsieur Ratty.
    -¡A comer, señores! ¡al comedor! gritó la multitud.
    Monsieur Ratty, el Metternich de esos tiempos, de gran peluca, casaca azul, lente a la mano, tomó del brazo a la Dolores, el ministro chileno a otra hija del prestamista Moncló, el canónigo a una cuarentona de gruesa cintura y ancha cadera, el juez se enganchó con una hermosa muchacha de espíritu y de chispa nombrada Tomasa, el Ministro de la Guerra se agarró a la novia, y cada oveja con su pareja se fueron al comedor.
    Comenzó la sopa, y como nadie se acordara de los rocamboristas, Rovredo dió un tremendo grito.
    - Mi Mayor Peñaranda, ¡unos lomitos para esta mesa!!!
    - ¡Patitas de Ño Cerezo!, reclamó para sí Pepe Rivas.
    - ¡Qué renuncias, Pepe!, le advirtió Artirana.
    -Qué voy a renunciar, si fallo el rey, respondió este.
    - Codillo, codillo, replicó el doctor Vallos, dirigiéndose a Reverendo.
    -Este Pepe vide de sangre, agregó Revredo reponiendo el pozo.
    - Poco a poco, amigo mío, es un codillo, observó el doctor Vallos.
    - Fuera de dulces, entrada y tres matadores, replicó Rivas soltando una carcajada.
    - ¡Qué fastidio de mirones! replicó Rovredo.
    - ¡A la salud de los novios! gritaban en el comedor.
    - ¡Y de mi compañero Longory! agregaba el Ministro de la Guerra alzándose una buena copa de sabroso moscorrucio.
    - Ya va, ¡ya va calentando, ya! decía el padre Pila frotándose las manos.
    -Una sanguaraña, niñas, pedía el general Lavida.
    -Si señor, una sanguaraña, en eso me bato yo, gritaba el juez.
    - Pues usted con Tomasita, mi doctor, propuso el canónigo Garey.
    -Yo no bailo sino con mi socio, contestó la Tomasa, echando un torcido al pobre juez, que tenía a su lado a otro doctor, socio de la muchacha.
    - A la obra, a la sala, no hay como una polka de cajón, dijo el general Longory.
    Tomasita y su socio salieron a la sala, sacaron sus pañuelos y se formó la rueda.
    -¡Verso! ¡verso Ño Cachetillo! gritaba toda la rueda.
    Hay que saber quién es este nuevo personaje nombrado Ño Cachetillo.  Toda sanguaraña tiene dos partes o entradas  con su respectivo verso: el primero no tiene nombre propio, pero el segundo se llama el otro cachete, y Ño cachetillo es el guitarrista que improvisa para los que bailan el segundo verso.
    Ño Cachetillo comenzó así:
    "Estos dos que están bailando
    que parejitas que son,
    venga pues, el padre Ariza,
    a echarles la bendición"

    Tomasita y su socio , como habían dicho, se lucían de lo lindo con mucha cintura y mucho ñeque - el público pidió en el acto  el otro cachete, y Ño Cachetillo continuó:
    "Las ocho han dado,
    recen señores,
    Tomasita se muere
    de mal de amores;
    y su socio de veras,
    el doctor Lúcar,
    se deshace con ella,

    como el azúcar...!
    El harpa y la caja con la guitarra se batían de gusto, y el -"zamba que le daba, que le daba zamba, que le daba"- iba a punto de caramelo cuando de improviso se apareció en la casa el ayudante del Batallón Pichincha, todo despavorido y en busca de Peñaranda.
    Acababa de estallar una revolución en el cuartel Santa Catalina y todo el ejército estaba sobre las armas.  Figúrese el lector la tribulación de una novia con tres días de luna de miel, el jarro de agua que cayó de golpe sobre el Ministro de la Guerra, y cuáles serían los apuros del general Longory si una bala perdida daba de baja al novio de su hija..."

2. Baile en Palacio por el día de la independencia, en ese entonces, 9 de diciembre, día de la  Batalla de Ayacucho (pp. 197-199,  Libro 2)

  • Eran ya las tres de la mañana cuando salieron del gabinete y por consiguiente, todas las danzas serias estaban fuera de ocasión.  Sagastaveitia suplicó a Saona, a nombre de las niñas, una polkita de cajón, y la música comenzó una excitante mozamala, que vino como pedrada en ojo tuerto, después del primer ambigú y las copas de jerez y de champagne.
    La antigua mozamala reinaba sola en aquella época, en que ni las chilenas ni las habaneras habían venido a perturbar sus dominios absolutos: oir una mozamala y alegrarse  todo el mundo, como movido por un resorte eléctrico, era obra de un instante; las personas más tranquilas se ponían en movimiento y se danzaba hasta en los sillones, era, como se decía por los mozos criollos, "cosa de resucitar a un muerto".
    En todos los salones comenzó el festejo, y como las tapadas de los departamentos interiores y galerías de afuera habían también participado de la cena y las botellas, fue muy natural generalizar el sentimiento democrático, de modo que el Palacio se convirtió en verdadera noche de jarana y de verbena. Y si en los salones las Rosas Mercedes y Manuelitas echaban el resto con la juventud, mientras que sus padres o maridos arrastraban de mala, o seguían la una y una en los lugares del monte, en los corredores, Bartolita y Tomasita, la Petita del señor cura, las niñas del general Iberique Cueto y el canónigo Charún,  Carolina y sus hermanas, Jacobita, las chinas del Jefe de "Yungay", Nísida y las Celazcos, se sacaban el clavo, deshaciéndose como azúcar en el fondo del vaso, con todos los dispersos del salón oficial a quienes cogían como prisioneros  de guerra, con todos los honores, fueros y distinciones de un baile de palacio.
    La noche de Ayacucho tenía, por otra parte, sus rasgos característicos, que mejor será pasarlos por alto para no excitar a mis puritanos lectores. Baste decir que muchas flores de los tocados salieron marchitas, que mas de un marido no se dio cuenta de lo que había pasado, y más de un padre vino a saber después que algunas muchachas habían dado y recibido esponsales, en celebridad de la patria.
    Así terminó, a las cinco de la mañana, la fiesta de nuestra última victoria sobre la Madre Patria, dejando Saona tan alto su nombre, que cinco años después fue considerado el non-plus ultra para el gran baile oficial de 1853, que dejó muy atrás las tradiciones de 1848, con la lluvia de oro de la consolidación de 1852, que entrará a su vez en el siguiente romance, como en el sistema astronómico entra Mercurio a su turno con la cola de cometas.
3. Hijas del señor Elio en el balneario de Barranco, amigas de Elena (p. 395,  Libro 2):
  • - Y la campiña que es lindísima, ¿no es cierto mi señora? preguntó Arístides, generalizando la conversación  con la señora Elío.
    - Sí, dijo esta, pero con todo es muy triste, aquí no se oye otro piano que el de mis hijas
    -¿Las señoritas deben ser profesoras? agregó Arístides
    - Tocamos algo, dijo la que parecía mayor, nos divertimos con schotis, polkas y algunas zamacuecas.
    -¡Lindísimos bailes! ¡sobretodo el último, que es tan gracioso!



// M. Cornejo D.


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(*) Escritor, periodista y diplomático boliviano; esposo de la escritora peruana Carolina Freyre de Jaimes, progenitores del escritor  Ricardo Jaimes Freyre.


Audio

Los imposibles - yaraví
Recopilación y arreglo de Claudio Rebagliati, S. XIX
Piano: Omar Carrasco (Arequipa)




Otro cachete - zamacueca
Recopilación y arreglo de Claudio Rebagliati, S. XIX
Piano: Flor Canelo (CD: "Azul", 2009)




Enlaces


Los amigos de Elena: Diez años antes - Fernando Casós -  vol. 1  vol. 2
Carta remitida por la sociedad poética sobre la música en general y particularmente los yaravíes -  Sicramio (Mercurio Peruano. Lima : Sociedad Amantes del País, 1791, T. III. N° 101, pp. 284-291)
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